Ya llevo un mes...
Son las 2:22 de la mañana, 2:22 de la mañana en España, 2:22 en Canarias tras pasar una hora. Las horas. Sin ellas todo esto sería un caos, y casi inimaginable me resulta una vida sin ellas. ¿Por qué dormir a tal hora y despertar a la siguiente?
Sin la tierra se rigiera dependiendo de mi voluntad, establecería la ley de no hacer caso al tiempo. Creo que en cualquier país del mundo se podría dormir de día en lugar de de noche. En cualquier lugar menos en Alemania (al menos no en las residencias de estudiantes), puesto que no existen las persianas (esto es algo que debió de ocurrir cuando los ingleses colonizaron en pleno siglo XX Alemania).
(fotografías por José M. García)
Muchos de vosotros os preguntaréis cuándo ocurrió eso. Pues bien, os resumiré breve parte de la historia alemana contemporánea:
“Alemania fue colonizada en pleno siglo XX por ingleses. Todo ocurrió de una forma demasiado rápida, fugaz, transitoria. Los germanos invadieron en uno de sus más calurosos veranos la zona hispánica de Mallorca, y los suecos aprovecharon para robar sus persianas, con el interés de hacer una tienda de persianas simples, a la que llamarían Ikea. Así pues, los ingleses, un día que iban conduciendo por el otro lado y estornudando asimétricamente con respecto al eje oblicuo del pentágono que se entre forma en las rotondas anglosajonas, se imaginaron a los suecos forrándose, y con ello haciendo que su idioma natal, aquel que de “usted” no entiende, se esparciera mundo a través y dejara al refinado usado-por-lady-gaga inglés a la altura del betún. Pues bien, para evitar tal catástrofe, decidieron invadir Alemania, habitar allí, y así estar preparado y atrincherados para cuando los alemanes se fueran a Mallorca y los suecos vinieran a robar. Pero los de Suecia, aprovechando que los ingleses se fueron hacia Alemania para darles captura, acabaron robando mientras tanto las persianas de Inglaterra, y montando su Ikea (este con todo tipo de complementos, incluidas las albóndigas).”
Después de este momento histórico, pasaré a relataros por qué el sistema de salud en España está tan saturado, y huele siempre a papel berenjena.
En la península ibérica (sí, acabo de eliminar al gallo de Portugal, a María de Medeiros, a los fados de Amalia, y a Saramago), cuando una abuela va al médico no paga. Paga de alguna manera en tiempo, pues se recrea la pobre señora tropecientas horas en la sala de espera. Pero a ella no le importa, le gusta. Le conviene hablar con sus amigas para despejarse una chispa. Le gusta decir “micromina” y “esdipifen”. Le mantiene viva el aquejarse de una molestia, si va con receta, mejor.
Pero, ¿qué hay del pobre médico? O se hace Chumari, o ha de soportar la molestia del “venir por venir”. Para evitar esto, este colapso senil, los médicos alemanes, que saben mucho, porque son alemanes, cobran diez euros por visita, así tengas seguro, tarjeta de la seguridad social, o pase vip.
Entonces, ¿quién puede mantener su hipocondría así en un país como este? Esto es una vergüenza. A este paso sólo podré ir al médico a primeros de mes.
Me frustro, y la soledad me invade sin el médico junto a mí. Ir al médico cada vez tiene más impedimentos. También tienes el problema del idioma. Si un día me duele el pito, ¿cómo le digo yo a mi intérprete que entre conmigo en la consulta y que no mire cuando el médico me toque el pito? Siempre mirará, lo sé. Así pues, el uno por el otro y la casa sin barrer.
Normalmente cuando me siento abatido suelo hablar con el primero que tengo a mi lado. Esto me ocurrió días atrás en la entrada de un bar. Me paré a observar cómo era posible que cupiera tanto alemán en 7 metros cuadrados (estaban viendo el fútbol) sin que apareciera Ramón García cantando “qué apostamos”. Pues bien, es posible. Los alemanes para ver un partido se arremocinan (qué palabro acabo de inventarme tan curioso) entre sí, a base de tararear la melodía del tetris.
Entonces, me adentré en al entradita que daba paso a la entrada de aquella taberna, y le pregunté a uno de ellos, que quien jugaba. Naturalmente no me enteré, pero miré de reojo la pantalla, y sólo pude ver esto: (Bayern Múnich). Entonces, para hacer amigos, se me ocurrió la agradable idea de decirle al alemán: “a mí me gusta más el Bayern que el Múnich”…
Ni que decir tiene que aquel día no hice amigos
Buenas noches a todos, a las 2:56 del último día de este mes, que comenzó con mi llegada a Münster, y que finaliza con mi no-amistad con un alemán. Disfrutad de
Halloween.
David
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