Crónica 16: Concierto y cumpleaños


Es maravilloso el sentir que caes de un séptimo piso y despertar. 

¿No se puede decir “el sentir”? ¿Es gramaticalmente incorrecto poner “el” delante de “sentir”? Si así lo fuera, me da igual. María Moliner lleva varios años morando de la mano de Shakespeare, y las letras de la RAE son tan bonitas como viejas. Nadie me va a denunciar. Uso el lenguaje como me da la gana; estudio traducción. No deberían contratarme. Pero a veces, la forma es más bella cuanto más irregular y propia es. Si algo les parece bello, aunque no sea correcto, díganlo. Si prefieren decir “me se” en lugar de “se me”, adelante. No cohíban sus deseos más impetuosos, recréanse en su intención. Salgan de sus respectivos armarios lingüísticos.


No me he puesto enfermo, hace menos frío, mucho menos; no se me ha roto más la bicicleta, me he reinventado en el amor, me alimento muchísimo más, y creo que engordé un kilito (al menos sí engordé un kilito más, con fiesta sorpresa incluida, en la cual me sonrojé hasta sangrar por los encarnados carrillos). Es curioso que recuerdo más bien poco de mi abuela, quien hace tiempo que voló; sin embargo, aún sin recordar palabra alguna de su ser, podría afirmar ante el fuego que ella decía “encarnado” y no “rojo”, y "carrillo" y no "mejilla". Uno recuerda lo que necesita, pero no recuerda por recordar.

Durante estas dos semanas, han ocurrido varios acontecimientos memorables. Comenzaré por relataros de forma ordenada (aunque con algún desvarío que otro) mi primer concierto en Alemania, mi Cumpleaños, y el día que pasé In Mordor.

a) Concierto: 

En mi vida había dado alrededor de unos 16 conciertos antes del presente, pero siempre en compañía. Con mi anterior grupo, Uclés, pude comprobar lo que era actuar en solitario, pues algunos temas los hacía así. Sin embargo, el día en que me lancé al tumultuoso mundo del cantautor llegó aquí, en Alemania, hablando entre canción y canción en un idioma que aún no llego a dominar, y, curiosamente, ausente de nervios.




No podía creerlo. Ni pre-infarto de miocardio, ni hipérboles incontinuas relativas a mi tartamudeo pre-concierto, ni extrañas diástoles y sístoles. Todo mi ser estaba apaciguado. Supongo que mi David interior comparó esa situación con la que me ocurrió allá por un mes de mayo en Córdoba. Entonces tocábamos el grupo y yo en el Alcázar, cerrando la programación del Festival Ídem. Horas previas a aquel concierto me dio una insolación. La tarde anterior no pude hacer otra cosa que tomar el sol cordobés despavoridamente. Sin embargo, no fue una insolación cualquiera, pues aquella estuvo acompañada por una sopa caliente y una ducha hirviendo, al pensar yo que se podía tratar de un resfriado. Consecuentemente, al día siguiente el dar el concierto o no pendía de un hilo, de mi frágil y caliente entonces salud, y del resultado de las pruebas de urgencias. ¿Quieren saber si al final lo di o no? Dejen que el tiempo se lo muestre, pues no seré yo quien se lo aclare. (No)

Aquí en Alemania vendí alrededor de unas veinte maquetas, exactamente ventipico.  La gente me aplaudió, mi orgullo crecío, y después me convertí en una persona déspota y “glamurosa”, frívola y nada sencilla. La gente se dio cuenta de ello, y me quiso mucho más. Incluso llegué a desnudarme y a abofetearles con un guante a todos ellos, mientras se ponían de rodillas. Tenía todo a mis pies, toda Alemania del oeste rendida ante mí. Entonces comprobaron que no estaba tan dotado como pensaba, y dejaron de quererme. Al final Freud tendrá razón: “más vale falo grande en mano, que ciento volando”.

b) Cumpleaños: 

No pensé que iba a tener una fiesta sorpresa, aunque estaba totalmente seguro de ello. Así de incongruentes son los razonamientos sobre los cumpleaños aquí. Por un lado, sabes que la familia Erasmus te hará algo. Por otro lado, temes que no sea así, te miras al espejo, y empeoras los presentimientos. 


Durante todo el día estuve pensando cómo había evolucionado mi orgullo cumpleañero a través de estos últimos años. Hacía dos años me hicieron una fiesta sorpresa (gracias Delphine, que en paz descanse donde quiera que esté, aunque supongo que a estas horas en su cama de Toulouse viendo Mujeres Desesperadas temporada 45). Hacía un año me la hice yo mismo. Me cociné el pastel (de queso), les dije que encendieran las velas, y esperé fuera del salón hasta que encendieran todas y apagaran la luz, ensayando mi mueca de “sorpresa inesperada” mientras tanto. 

Así pues, días antes de mi cumpleaños, mientras recorría Münster con mi bicicleta, la cual su rueda de atrás tiene un hierro salío, y a veces temo que se suelte y sea embestido en el mismísimo estado de Ojal-io, pensé en que este año no me felicitaría ni el Tute, famoso por su parentesco con la Paqui, hija del Jorge de María la Coneja. 


Perono fue así, y obtuve mi fiestecica. Cuando entré en la sala donde me sorprendieron, me sonrojé, agaché la cabeza, y me emocioné (no lloré, eso sólo lo hago con los Puentes de Madison y Meryl Streep), o con Maude en “Harold y Maude”. También lloro cuando en Titanic veo morir la tapicería de la Popa.
Fue una sensación extraña, pero bonita (la de la tapicería).

Así pues, con esta sensación en el cuerpo de “recuerdo amoroso”, me despido, y espero dejaros en ascuas sobre mi siguiente crónica relativa a lo que aconteció el peor día desde que llevo en Alemania, In Mordor.

Buenas noches, España, Francia, América, Espejo…

David

1 comentario:

  1. Que gusto oir cosas tan buenas desde alemania ^^ Tu segundo parrafo me alegra el dia y todo jeje

    Y ahora ql o leo... ayer volvi a ver los puentes de madison!! Es imposible no enamorarse de Meryl Sreep caminando descalza toda la película. Es el único día del año en que quiero ir a Iowa jaja

    Saludos rapazuelo!

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