Crónica 17: De cómo no venderse al ganado


Antes de todo, la crónica sobre mi peor experiencia en Münster, y lo que sucedió “In Mordor”, la pospongo para la siguiente semana. Perdonen las molestias.


Amigos, amigas. Buenos días. 

Hoy estoy feliz. Hoy amo a Alemania. Es uno de estos días en los que me apetece cenar a las seis, comer Currywurst (salchicha con curry), escuchar DKultur (mi canal de radio favorito, donde por las mañana te leen cuentos), e irme a la piscina a remojarme. Sí, a remojarme, no a nadar o a estirar.

REMOJARSE EN UNA PISCINA: Dícese de lo que hace un alemán de edad avanzada, con un pie en la jubilación anticipada y el otro en el agua. Dicho fenómeno ha de realizarse con la menor melanina posible. Si de fondo suena schlager (música folk alemana, véase "de crucero por Mallorca"), mejor. 

 (retrato que me realizaron para mi cumpleaños)

Y es que ayer me vestí para la ocasión (bañador y gorro de plástico, aunque aquí los gorros no son obligatorios) y pagué mi entrada para la piscina (3 euros). Cuál fue mi sorpresa cuando al entrar, me encontré con que aquello estaba lejos de ser una organizada competición individual de nado, para convertirse en una bacanal de movimientos desordenados, cuan garbanzos en un plato rebosado. Me fui. Me di la vuelta, me puse de puntillas, para parecer más indignado, y huí. Pagué tres euros, y no me mojé. Ni siquiera me meé. 

 (cantando en el lago)

Quería mearme. No por placer, sino por protesta. No puede ser posible que no se permita orinar y sí se permita entrar sin gorro. Para mí, tanto monta monta tanto, el pelamen como Fernando (Fernando era propenso a orinarse en el complejo "piscinario" de Castilla la vieja).

Por la noche asistí a Emergency. Esta es una fiesta de índole caucásica en la cual todo el mundo se frota con todo el mundo, en la que el contacto prima. Vamos, una de las de Lorca y Antonio Gala. Cuatro plantas llenas de comercio. No me gusta la idea, pero si vas con amigos es divertido. Es como jugar al Super Mario: has de ir esquivando las protuberancias del camino. Pues bien, en medio de la partida, cuando iba ganando, me quedé solo. Mis amigos habían encontrado una entretenta. Así que empecé a bailar solo. Tenía muy clara la idea de no perrear con nada ni nadie (digo nada, porque conozco a gente que perrearía hasta con una farola de esas que cuelgan un amable cartel de circo). Pero me pusieron una canción que me puede. No se ofendan, pero no todo en la vida es Mozart y música culta: Shakira (canción del mundial). Pues claro, me emocioné. Era lo más español que había en la sala. 

Perreé. Perreé con todas mis fuerzas. Mi cadera giraba cuan péndulo extraviado de su órbita (pobre Foucault). Y así, en esta situación, ocurrió lo inesperado. Se me insinuó un enemigo fuerte y peligroso, el cual en su época fuera rubio, aunque ahora poco quedara de aquella melena dorada. Su táctica y movimiento fueron sencillos:

a) Alzó su mano y me introdujo en mi bolsillo derecho un billete de 50 euros
b) Entonó en un imperfecto español la siguiente secuencia: “Jamón, sierra nevada, hola, hola”
c) Hizo un amago de sonrisa bonita
d) Se abrió levemente de piernas para equilibrar su estatura con la mía.

Ni que decir tiene que salí apabullado, corriendo, temeroso, dolorido, agachipado, agazupado, pervertido, desilusionado y desbienaventurado. Aún si el billete hubiera sido algo mayor…  

 (Mujeres, el centro de mi inspiración, en el rodaje del vídeo que adjunto al final)

Magie (nombre que recibe cariñosamente Angela Merkel en Alemania) les debería enseñar esa práctica con billetes de los grandes, y el país se levantaría aún más (si cabe). Después de esta anécdota, un ruso del tamaño de un ruso se me acercó y me dijo que su amigo ruso estaba interesado en "hablar conmigo". Yo le dije: Nanai. Pero después vi al ruso, y...

Desde que estoy aquí muchas son las discusiones que se plantean cuando se habla del concepto de Europa, y de la función de España en esta, económicamente, por supuesto. Quizás saltarían más chispas, de no ser porque tenemos Mallorca. Con eso podemos hacer chantaje. Una conversación factible y favorable para el español en terreno económico podría ser:

*Alem- En mi opinión, España es comparable con Grecia, por su crisis, porque sus medidas…
*Españ- Sí, sí, pero en Mallorca hay una tienda de horchatas que por la compra de dos te regalan un tocado siberiano con forma de ensaimada.
*Alem- Amén.

Por cierto, si algún lector más desea hacerse partícipe de la red de cartas que he comenzado para revivir el negocio postal, que me envíe su dirección a mi email: daviducles@hotmail.com Me encanta, me maravilla el enviar y recibir cartas, y esto es algo que ha prosperado desde que estoy aquí. Marina, Pablo, Maider, Adriana, Delphine, Nacho, Juanra, … ¿alguien más se anima? Además, si lo hacéis AHORA, vuestra contestación será enviada en un fabuloso sobre alemán “sin saliva”. (Si el pobre Esteban se entera de este concepto, se queda Úbeda sin tabacalera).

 (carta recibida por mi queridísima Delphine)

Con el sobre son pegatian y sin saliva,  no había visto un invento tan bizarro desde el parking exclusivamente para mujeres que encontré hará unas semanas en el cine más grande de la ciudad. Mujeres, defiéndanse de esta injusticia. No puede ser posible. ¿Qué será lo próximo, uno para feas y otro para gordas? Cuanto más se incentive la diferencia entre los sexos, mayor será el sexismo. 

Bueno señores, disfruten de esta semana. La mía estará algo movidita. Hace una semana conquisté sentimentalmente a la Grecia, y ayer parece que la Rusia quiere competir por el podio. Además, mi amiga, compañera, fidedigna consejera y apoyo en el camino, Marina, vendrá a visitarme durante una semana. Viajaremos a Colonia y a la lejana Berlín. Os enseñaré las fotografías que hagan falta. Os amo.

Besos

 

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